No hay Noruega este agosto,
ni el verde de sus parques
alivia la ola de calor.
No hay Atlántico que bañe
nuestros besos,
ni atardeceres en el malecón.
No hay Copenhague,
ni Londres, ni Roma,
ni libros de aeropuerto.
No habrá París en septiembre
para cerrar el verano.
Hicimos todo eso
que parecía que no iba con nosotros.
Matrimonio, coche, casa.
Y a pesar de ello,
somos felices.