El domingo lloré viendo Callejeros. Y no fue de pena por como tratan a algunos animales en ciertos países, ni de asco al ver como se come la reportera una cucaracha. Lloré de emoción.
En Brasil las desigualdades sociales son abismales. Clasifican las clases sociales según su poder adquisitivo de la A a la D. Las favelas son casas construidas con materiales de todo tipo por la gente más pobre. Una vez que construyen pagando ellos los materiales, pueden quedarse la casa. La reportera de Callejeros hace un breve recorrido por estos barrios, acompañada de un vecino sonriente que participa en varias campañas de inclusión social para los niños de las favelas. Por miedo a las represalias posteriores de la vecindad, ninguno de los habitantes de estas viviendas accede a que el equipo del programa entre en su casa a grabar. Ninguno, excepto una mujer.
La mujer que invita a pasar al equipo es amiga del chico que los acompaña durante el recorrido. Es una mujer joven, de unos 25 años, atractiva y con una apariencia muy saludable. Lleva en brazos a su hija, de unos 4 o 5 añitos. Entre otras preguntas, la reportera le lanza la siguiente a la chica: "Si pudieras pedirle algo al gobierno de tu país, ¿qué le pedirías?" Tras unos segundos pensativa, contesta: "No pediría nada... Tengo de todo... Tengo un hogar, a mi hija conmigo, grandes amigos, un plato en la mesa cada día... No, no tengo nada que pedir". Y tras esto, sonríe a la cámara. El equipo de Callejeros siguió enseñándonos Brasil.
Yo me quedé en las favelas, intentando aprender.



