Tenemos, desde que nacemos, una esencia única. La esencia que nos hace diferentes a todos los demás, la esencia que nos hace ser inherentemente libres como seres humanos, la esencia que crece si es alimentada y se ahoga si nuestro doble la amordaza.
Nuestro doble es una personalidad creada por la sociedad en la que hemos crecido, las personas que nos han influenciado, los medios de comunicación y las cosas que amamos a las que tenemos apego. El doble y la esencia conviven dentro de nosotros en continua lucha, intentando ocupar ambos el máximo espacio posible para dejar al otro doblegado. Conozco muy pocas personas que logren tener a su doble amordazado y puedan disfrutar de su esencia libremente. Sin embargo, que nuestra esencia campe a sus anchas es la única manera de ser felices. Afirmo por lo tanto, que muy pocos seres humanos son plenamente felices. La mayoría quizá olvidaron su esencia, o no se paran a pensar cuál es, o prefieren amordazarla porque tienen miedo de salirse del camino...
A Tania su esencia le pedía desde pequeña irse a Burundi (o cualquier otro remoto lugar necesitado de ayuda) con Médicos sin fronteras. Pero tuvo que callarla. Aún así, tiene a su esencia bastante consentida. Yo he vivido conforme a mi esencia la mayor parte de mi vida. Pero hace dos o tres años, mi doble iracundo por su poco protagonismo, sumió a mi esencia en un agujero negro, atada de pies y manos, y se hizo con el poder... Mi esencia ha vivido en las sombras durante todo este tiempo. Pero a veces la oigo gemir, pidiéndome ayuda, sobre todo en las noches en que el doble me agobia hasta extasiarme y me impide dormir. Cuando paseo sola por una ciudad que no conozco, cuando intercambio miradas de complicidad con un extraño, cuando escucho algunas canciones de Zaz, cuando me desvelo leyendo poesía, cuando apago el móvil para perder la noción del tiempo, cuando nos pasamos la madrugada filosofando sin importar si mañana madrugamos, cuando una foto bonita me hace llorar o de repente, en mi cabeza, aparece un cuadro de Klee... mi esencia llora bajito y yo la oigo susurrando que la desate, que no tenga miedo del caos.
