No me gustan los toros. Me considero antitaurina. Estoy a favor de la abolición de cualquier tipo de tortura animal. Sin embargo, os sorprenderá a quienes leáis esto mi postura sobre el tema, teniendo en cuenta mis ideas políticas y esta afirmación sobre los toros.
He ido a dos corridas de toros siendo más joven. En ambas me he ido antes de que el toro muriera. En ambas he sufrido. ¿Por qué he ido? He conocido bastante bien a algún torero, por amistad. Si bien reitero que estoy a favor de la abolición de una práctica que considero primitiva, violenta y atrasada, veo algo de arte en el toreo. Veo algo lírico en como el hombre, narcisista y ególatra, se juega la vida delante de otro animal, más noble y bravo, y le provoca con los movimientos de su cuerpo y su capote. Ese primitivismo tan animal, ese enfrentamiento a dos, esa lucha de sudor y fuerza, tiene algo lírico, me van a perdonar. Para mí deja de ser lírico cuando el toro empieza a sufrir. Cuando le clavan banderillas y la sangre le chorrea por el lomo. Entonces ya no quiero verla, me quiero ir, hay un ser vivo sufriendo, siendo llevado a la muerte por otro ser vivo que se cree con derecho para hacerlo. Y toda una plaza lo disfruta, lo aplaude... no no, eso ya no me gusta. No es lírico. Es medieval. Es maquiavélico. Volviendo a los sentimientos encontrados, considero excelentes algunos poemas dedicados al toro o a figuras del toreo por grandes poetas. Me van a perdonar. Ahí no veo el sufrimiento del toro, no veo su humillación y su muerte. Todo se mitifica.
Dicho esto, ojalá veamos con nuestros ojos la desaparición de la tauromaquia. Ojalá a los taurinos solo les quede el recuerdo de una tradición castiza que representaba el primitivismo de un país que todavía es capaz de disfrutar con el sufrimiento de un animal.
Pero hay otro punto. No me alegro de la muerte de Víctor Barrio. Ni de la suya ni de la de ningún torero. Y no creo que lo haga nunca. Me da pena el recuerdo de ese hombre arrastrado por la violenta pasión que late aún en España por los toros. Me da pena esa mujer joven, que se enamoró de alguien a quien le gustaba matar, exponiéndose a que le mataran. Me dan pena esos padres, que un día tuvieron un bebé, no un asesino, y ahora entierran un hijo de 29 años. No, no me alegro de la muerte de Víctor Barrio.
